El término “dehesas” suele asociarse a grandes latifundios de origen y uso ganadero, junto a las múltiples actividades que en ella se desarrollan.

La dehesa sorprende. Lo hace a quienes no la conocen, pero también a aquellos otros que saben cuál es su importancia económica, cultural y sobre todo ecológica; suma de su peculiar paisaje, de su cambiante riqueza cromática según sea recorrida en una u otra estación, de la fascinante historia que explica su formación, o de las mil facetas asociadas que prueban los beneficios de su explotación.

Abundan los árboles de tronco limpio y ramas cortadas a la misma altura: todas a dos metros. Los modela el ramoneo de las vacas que alcanzan esa altura con el cuello estirado, la cabeza erguida y lengua lista para enlazar hojas y ramitas de la parte inferior del árbol, todo ello sobre una alfombra de césped limpio y pastado.

Así de peculiares son estos ecosistemas de diseño único.

En los tiempos que corren es importante destacar también el ambiente de paz y tranquilidad que caracteriza a las dehesas. La serena profundidad de su paisaje induce al sosiego y a la añoranza. Sus bosques aclarados, sus pastizales interminables, los persistentes matorrales, charcas, arroyos y ríos llenos de vida (Huebra y Yeltes), y la rica y variada flora y fauna en constante renovación estacional, bien merece los cuidados y medidas que garanticen su permanencia. Y a eso nos dedicamos…